30 de junio de 2014
















ÉXITO: (Del lat. exĭtus, salida).

1. m. Resultado feliz de un negocio, actuación, etc.

2. m. Buena aceptación que tiene alguien o algo.

3. m. p. us. Fin o terminación de un negocio o asunto.

Esta es la definición según la RAE, una definición bastante escueta y sencilla para algo tan perseguido y anhelado por todos.

Me gusta especialmente lo de “resultado feliz”.

¿Tiene sentido tiene hacer algo que no te conduzca a ser feliz? ¿qué clase de éxito sería ese?

Claro que esto es muy fácil decirlo, “tener éxito para ser feliz”. Pero el éxito está más cerca de lo que creemos, tanto que suele pasar desapercibido. No estoy hablando del concepto de éxito acomplejado, grandilocuente y materialista, sino de ese éxito que logra acabar con la apatía, que nos hace colaborar con otros sin fisuras ni desconfianzas, y que (y esto es lo bueno) no depende de que el resultado sea el óptimo, sino de que el resultado sea feliz.

Hablo del partido del domingo. De la Pachanga. Con mayúsculas.

No se me rían. Es bien conocido el efecto favorable del deporte para nuestra salud, pero no estoy hablando de eso, es más, puede que alguno resulte lesionado practicándolo.
Hablo de un momento esperado cada semana, un momento en el que nos reunimos con amigos, compañeros de trabajo o incluso desconocidos para lograr en un tiempo récord eso que los gurús de lo laboral hablan en sus libros y vídeos motivadores.

En apenas 2 horas, ese grupo de personas se ponen de acuerdo sobre el objetivo a alcanzar, valoran sus capacidades y se adjudican unos roles en función de ellas, definen una estrategia y entregan su energía al máximo en favor de un objetivo común. Y todo respetando las reglas y al contrario. No suena mal, ¿verdad?.

Cuantas veces me habré preguntado porqué no podemos ser el resto de la semana como esas 2 horas en las que nuestro éxito es ser feliz y sentirnos parte de algo, en poner el cerebro al servicio del corazón y no al revés.

Durante la Pachanga damos la mejor versión de nosotros mismos, llevamos nuestras capacidades al máximo, tomamos riesgos, sonreímos en la cara del fracaso.

Cuando la Pachanga llega a su fin, hayamos ganado o hayamos perdido, se produce una catarsis, damos por terminada una semana llena de frustración, sinsabores o aburrimiento. Nos hemos limpiado, nos hemos redimido a través del esfuerzo, de la motivación... hemos sudado, sufrido, caído, levantado, reído... nos hemos perdonado un poco a nosotros mismos y lo mejor es que hemos enseñado a los gurús de lo laboral que las claves para el éxito están dentro de nosotros mismos.

En un lugar llamado Pachanga.
Xaquín Domínguez
Actor y Formador

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