23 de julio de 2014

Educar para trabajar en equipo

La semana pasada Sandra Negreira nos hablaba de cómo la dirección podía optimizar la productividad en las organizaciones siempre que se realice una buena gestión de los equipos. Precisamente apuntaba sobre el hecho de que ciertas habilidades interpersonales facilitan esta función de la dirección y que por desgracia para muchos no se aprenden en manuales técnicos.

Y entonces, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?

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Parece sensato pensar que estas habilidades deberían trabajarse desde la más tierna infancia, desde la familia y la escuela. Como decía ya Confucio hace 2400 años lo que quieras aprender ni se lee ni se escucha, hay que involucrarse: Lo que hago y en lo que me implico, lo entiendo.

Estamos viendo que el trabajo en equipo mejora los resultados en las empresas pero ¿y en la etapa educativa? Si no se ejercita con manuales y hay que aprenderlo en el colegio, ¿qué resultados se obtienen?

Brown y Lara (2011) citando el estudio de Johnsons (2009) de investigación educativa sobre el aprendizaje colaborativo demuestra que la cooperación en comparación con esfuerzos competitivos o individualistas, conducen a:
  • Logros mayores y más productividad;
  • Establecimiento de relaciones más humanitarias, de apoyo, y comprometidas;
  • Mayor salud psicológica, competencias sociales y mejora de la autoestima

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Establecido este paralelismo entre los resultados en la escuela y en las empresas parece conveniente pensar que en la actualidad estamos recogiendo lo que la sociedad ha sembrado durante años. Fruto de un aprendizaje escolar y familiar basado en actitudes individualistas y competitivas, nos encontramos ante una sociedad que valora a las personas por sus estudios, el número de títulos académicos que poseen y un sinfín de condiciones que en ningún caso están facilitando el trabajo en las organizaciones o incrementando la productividad de las mismas.

Según aspectos socio-económicos, el aprendizaje requiere de estimulación, apoyo, condiciones ambientales concretas, temas atrayentes y la oportunidad de aprender en situaciones colaborativas entre pares, profesorado y demás agentes sociales (familia, amigos, …) (Marjan Laal et al., 2014)

Partiendo de esta base, la enseñanza y el aprendizaje colaborativos incluyen las prácticas de grupos de trabajo entre estudiantes que participen en experiencias concretas, en la exploración de un problema determinado, la consecución de una tarea o la producción de un contenido. (MacGregor, 1990).

Así se entiende que el término aprendizaje colaborativo es un acto social de aprendizaje en el que varios individuos conversan unos con otros y a través de esta COMUNICACIÓN se establece el aprendizaje. (Gerlach, 1994,).

Si bien el acto de comunicarse en sí mismo puede producir un aprendizaje colaborativo, han de considerarse al menos cinco condiciones (Wood y Chen, 2010) para que el mismo resulte efectivo y productivo como tal:
  • Favorecer la interdependencia positiva
  • Promover la interacción
  • Potenciar la responsabilidad tanto individual como grupal
  • Fomentar las habilidades sociales
  • Trabajar los procesos grupales

El reto del aprendizaje colaborativo es conseguir que desde la infancia se promuevan valores basados en el RESPETO de las habilidades individuales de los pares y se prepare para el trabajo en equipo mediante herramientas que faciliten el contacto y la comunicación entre los niños, COMPARTIENDO AUTORIDAD y ACEPTANDO RESPONSABILIDADES dentro de los grupos de trabajo.

Por todo ello, parece sensato pensar que nuestro futuro pasa por educar en VALORES y facilitar herramientas adecuadas a los más pequeños que les permitan adquirir estas habilidades interpersonales que mejoren la sociedad. Y si no se las enseñan en el colegio… ¡pues a trabajarlas en casa!
EDUCA

Blanca Del Hoyo Ruiz

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