El Síndrome Post Vacacional
o
"La enfermedad que nunca existió"
Imagen obtenida de la web www.wasabi-events.es |
Para la mayoría de los trabajadores, el verano se acabó. Repito. SE ACABÓ.
Si ese es tu caso y sientes una angustia sin razón, taquicardia juguetona, desidia sin venir a cuento, suspiritos furtivos y mala ostia aleatoria... agárrate porque resulta que tienes una enfermedad que no existe: EL SÍNDROME POST VACACIONAL, o SPV (porque siempre hay un moderno que lo pone en siglas).
Vaya por delante que yo jamás he padecido dicho síndrome ya que en el colectivo de artistas (al que pertenezco) lo normal es dar botes de alegría al volver a trabajar ya que nuestras "vacaciones" pueden llegar a ser eternas, por lo tanto, aunque desconozco vuestro sufrimiento, intentaré comprender en que consiste.
Lo primero que me llama la atención es la cantidad de gente que se refiere al susodicho síndrome como un hecho natural e inevitable, como la caída de la hoja en otoño o las alergias en primavera.
- "No se que me pasa, estoy fatal, chico..."
- "Eso es que tienes la enfermedad esa de después de las vacaciones."
- "Va a ser eso entonces..."
QUE NO.
Que no es una enfermedad, que dicen los médicos por ahí que es un período de adaptación necesario tras la alteración de los horarios y biorritmos de nuestro cuerpo. Entonces... ¿qué ha pasado este verano?.
Analicemos la cosa:
- Te has pasado entre 15 días y un mes levantándote a la hora que te dio la gana y acostándote cuando no podías más.
- Has visitado a la familia en las fiestas patronales y te han embutido de comida como a un pavo en Navidad.
- Has bebido alcohol como si todos los días fuesen fin de año.
- Si hiciste deporte, has usado todos y cada uno de los accesorios que has ido comprando durante el año y por supuesto has compartido tus logros en las redes sociales: "Fulanito ha recorrido 8,4 km/45 min. en Benalmádena". Que se enteren los del curro y mi ex. En septiembre, fisioterapeuta.
- Si no hiciste deporte, entraste en un estado permanente de suspensión somnolienta y abotargada del que sólo salías para hacerte un "selfie" con una fuente de marisco en el chiringuito o la puñetera fotito de tus pies mirando al mar. En Septiembre, 5 kg más.
- Tu actividad sexual se ha disparado o, como mínimo, andabas todo el día con tontuna juguetona.
- La cama se hacía por arte de magia, unos duendecillos han limpiado el baño que dejaste hecho un cristo y te servían unos desayunos pantagruélicos (¿desde cuando desayunas salchichas y alubias rojas?).
- Vas todo el día en camiseta, bermudas y chanclas(haga sol o no), y Dios sabe porqué, no te separas de tu bolsito cruzado.
- Te has bañado en el océano, has subido montañas, recorrido senderos, bailado en verbenas, probado manjares, descubierto rincones, cantado himnos, soñado, reído, enamorado... incluso durante un instante has cerrado los ojos hacia el cielo y no has hecho absolutamente nada.
Pero el verano se acabó. repito. SE ACABÓ.
El tal síndrome es que te has dado cuenta de que hay que trabajar para vivir, lo cual es un problema, pero no una enfermedad. Lo llamas enfermedad porque así parece que es algo incontrolable, orgánico, natural, que no tiene que ver con el hecho de que por un tiempo has probado a hacer lo que te gusta y ahora vuelves a hacer lo que no te gusta. Así de sencillo.
Si el mes de Septiembre es para ti un descenso al infierno, es que el infierno ya estaba ahí antes. En serio, estas sano, solo te has reencontrado con la realidad de que tu trabajo NO TE GUSTA.
No le des mas vueltas.
El Síndrome Post Vacacional no existe, solo existe la frustración de comprobar que el tiempo pasa y el ciclo se repite año tras año, de que nada cambia.
Pero no nos pongamos tremendistas, el Síndrome Post Vacacional no será una enfermedad, pero tiene cura. La misma que el desamor o el luto. Es el tiempo.
Dicen los médicos por ahí que entre siete y quince días nuestro cuerpo vuelve a su estado natural de autoengaño asumiendo de manera eficiente que todos los problemas que padecemos son a causa de los demás, de la coyuntura económica y del gobierno, quedando por fin liberados del martirio del ocio y la libertad.
Yo no se que pensarás tú, pero a mi me da que el síndrome de verdad es otro: el de Estocolmo.
Xaquín Domínguez
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